ES PRECISO DESCUBRIR
En diciembre de 1989 Estados Unidos decidió escupir plomo, fuego y sangre sobre un país donde ondeaba su propia bandera y con la excusa de atrapar al hombre que, hasta ese momento, también era suyo. Lo hizo el día 20.
A la medianoche, helicópteros Black Hawk sobrevolaron El Chorrillo. Primero detonaron la cárcel modelo para rescatar a un estadounidense, después fueron por La Comandancia. Aviones de combate con tres tipos de cañones y equipos infrarrojos. Francotiradores disparando al barrio desde Quarry Heights. Los vecinos despertaron con los ruidos de metralla. Nadie les había advertido, no sabían. Sobre el Pacífico, otros comandos cercaron Fuerte Amador con tanques y tanquetas. En Paitilla, a la 1 de la madrugada tres pelotones SEALs y la Marina tomaron el aeropuerto para destruir el jet de Noriega. A esa altura, los gringos ya habían logrado cerrar el Canal, controlar Tocumen y destruir el bote de Noriega en Balboa. En el Pentágono festejaban el éxito de las misiones de la hora H.
Entonces, fueron por los bordes. Bombas en una base naval en Colón. Tiros hacia Fuente Espinal en San Miguelito. Los vecinos corriendo como si no hubiese mañana. Lo mismo en Río Hato. Pero, al final, salió según lo planeado: puentes, puertos, puertas, represas, cerros; controlados. Después, la ciudad sitiada: retenes gringos marcando el paso y la vida, helicópteros sobrevolando como abejas, soldados por todos lados.
Eso es lo que se sabe. Lo que no, es más: las horas exactas de las operaciones, los detalles calculados con cerebro de hielo, el contenido de lo que los gringos se llevaron —documentos de inteligencia, las marcas de las bombas en el sismógrafo— y de lo que aún no desclasificaron — planes y planos, las pruebas de la masacre. Todo lo que se robó, todo lo que se rompió.
Murieron muchos. ¿Cientos? ¿Miles? La Iglesia contó 341 civiles. El Instituto de Medicina Legal, 255. Organismos de derechos humanos, más de 1,000. Sobre los desaparecidos tampoco hay. No se sabe, nunca se contaron. ¿Cuánto se rompió, en dónde y por quién? Tampoco. De los casos que ingresaron a la Justicia desde 1990 —¿151? ¿224? ¿300 y pico?—, solo uno tuvo condena: la muerte de un ciudadano estadounidense.
Veintuneve años. Cinco gobiernos. De todos los partidos políticos. Y no sabemos.
Otras cosas sabemos. Que los archivos de inteligencia de la dictadura están sellados en alguna repartición oficial de algún rincón de Estados Unidos. Que el poder en el Estado prefirió barrer bajo la alfombra el dolor de madres, huérfanos, hermanas, abuelas. Que ni en las escuelas, ni en las universidades, ni en muchas casas, se habla de eso. Que hay quienes ponderan muertos como si fuese un campeonato: este sí, un ganador; este no, jugó mal. Que cada día en cada escuela, acto protocolar, juego o conmemoración, el país canta es preciso cubrir con un velo el pasado, el calvario y la cruz.
La Invasión, sabemos, es un tema molesto: permeó esa idea de que oponerse era defender a un narcodictador asesino.
La Invasión, sabemos, es un tema molesto: permeó esa idea de que oponerse era defender a un narcodictador asesino. El país crece en edificios espejados pero la vida cada día se vuelve más incómoda. Más hecha de mitos que de certezas, más de abismos que de encuentros, más silencios que palabras. Más cubrir que descubrir.
Veintinueve años. ¿Qué pasó todo este tiempo? Periodistas y artistas hincamos en eso: el desastre que fue, los aprendizajes y los dolores que quedan, lo que urge reparar para suponer futuro.
Hay aquí nueve historias.
Un periodista, Adolfo Berríos, escarbando en un silencio hondo sobre la vida de su tío Chiqui, asesinado por los gringos el 22 de diciembre de 1989 cuando iba a su negocio en el aeropuerto. Una madre, Libia Magdalena Torrero, alimentando un encuentro imposible con un vestido lila de pintas amarillas que parecen flores. Carlos Barahona: alguien que nunca habló con sus hijos sobre la muerte que lo encontró en un Mazda del 69, pero hoy cuenta esa historia ante todos. Otra madre, Angélica Paredes, disparando palabras como balas porque está harta. Una gringa pidiendo al gobierno de su país responsabilidad sobre las muertes. Alguien que entonces gritó Thank you!, y hoy dice Thanks, but no thanks.
También hay sesenta imágenes y obras de artistas panameños e internacionales penetrando en el horror, el trauma, las ausencias. Las fotos de La Invasión las vimos tantas veces: un saqueador con una heladera en la espalda, el barrio roto de El Chorrillo, los dólares del dictador, los tanques, soldados camuflados armados hasta la conciencia, el fuego, la sangre del vicepresidente, los muertos, la furia del batallonero. La sangre. Aquí no hay eso: hay sensibilidad para aportar sentido.
Hay, en fin, personas con ese impulso tan preciso de descubrir.
CRÓNICAS
TU HISTORIA CUENTA
Para algunos, La Invasión fue una experiencia devastadora: los sacó de sus casas con bombas. Hay mujeres a las que aun las tiene esperando a un hijo, un hermano, un nieto. También están quienes le vieron la cara muchos años después, cuando alguien les contó lo que ocurrió y con qué clase de saña. O lo encontraron en youtube. Hay, además, quienes la recuerdan con vergüenza. Y quienes prefieren no recordar. Cada quien tejió sus propias memorias. ¿Cuál es la tuya?
Este es un espacio para contar tu historia, hacer denuncias o comentarios sobre tu forma de acercarte a La Invasión. Porque tu historia cuenta, #CuentaLaInvasión aquí.
AUTORES Y ARTISTAS
AUTORES
JOSÉ ARCIA
José Arcia. Periodista. El 20 de diciembre de 1989 se levantó a las 7 de la mañana y la madre le avisó que no tendría que ir a clases en el colegio de Chepo. “Los gringos han invadido”, le dijo. José pensó que exageraba, pero cuando encendió el televisor sintió el fuego muy cerca. Para Duelo, escribió El último intento de Gilda.
ADOLFO BERRÍOS
Adolfo Berríos. Periodista. Tenía un año al momento de La Invasión, vivía con su mamá y sus abuelos en Coco del Mar. Dos días después de que empezó el ataque, soldados estadounidenses asesinaron a su tío Chiqui en el Aeropuerto de Paitilla. Para Duelo, Adolfo cuenta esa historia en Chiqui.
LUIS BURÓN BARAHONA
Luis Burón Barahona. Periodista. Cuando La Invasión llegó a su barrio, Panamá Viejo, corrió a esconderse debajo de la cama. Esa navidad, uno de los regalos que recibió fue una ametralladora de juguete. La usó para dispararle a los helicópteros que lo sobrevolaban. Para Duelo, Luis escribió Thanks, but No Thanks.
FRANCIA HERRERA
Francia Herrera. Profesora. La Invasión la encontró con 10 años enredada por un final de matemáticas. Tuvo que soltar los libros y empezar a correr junto a su madre, y un periquito por una falsa alarma de bombardeo sobre su en San Miguelito. Para Duelo, Francia escribió Imágenes como palabras.
DANIEL MOLINA
Daniel Molina. Periodista. En 1989 faltaban tres años para que naciera. Conoció sobre La Invasión recién a los 20: en la universidad proyectaron un documental y les tomaron un examen sobre el tema en la Universidad. Para el Duelo, Daniel escribió sobre el trauma en Juegos de guerra para la navidad.
ELIANA MORALES
Eliana Morales. Periodista. Se enteró de La Invasión por el periódico El Espectador, que todos los días llegaba a su casa en Colombia. En esa época, cuando las noticias de Noriega siempre estaban en las primeras planas, su país vivía su propia guerra. Para Duelo, Eliana cuenta las escenas de un barrio roto.
LEILA NILIPOUR
Leila Nilipour. Periodista. La Invasión se la topó con cuatro años en la casa de sus padres en Parque Lefevre. No recuerda nada de aquellos días, pero le contaron que una tarde se escondió tras unos arbustos para ocultarse de un tanqueta gringa que pasaba por su calle. Para Duelo, escribió Un mazda del 69.
MELISSA PINEL
Melissa Pinel. Periodista. Nació durante La Invasión, diez días después de iniciada la ocupación estadounidense. Sus padres salieron de casa ondeando una bandera de la Cruz Roja por la venta del auto y tuvieron la suerte de llegar al hospital Gorgas. Para Duelo, Melissa escribió Un vestido y una flor.
ANA MARÍA PINILLA V.
Ana María Pinilla V. Periodista. La madrugada del 20 de diciembre de 1989 tenía cinco años, abrió los ojos y se encontraba debajo de la cama de su mamá con su perro Terry. La mamá le dijo que era un juego y la regla era no moverse. Para Duelo, Ana María cuenta el duelo imposible de las madres en Sola.
ARTISTAS
Brooke Alfaro (Ciudad de Panamá, 1949). En sus cuadros, dibujos y videos celebra la poesía de lo imperfecto del ser humano. Durante La Invasión, pintó el bombardeo a El Chorrillo desde su apartamento en Punta Paitilla y registró con su cámara el derrumbe de las calles. En Duelo, sus obras acompañan las crónicas Thanks, but No Thanks y Un Mazda de '69.
Ver más sobre Alfaro aquí.
Gustavo Araujo (Ciudad de Panamá, 1965-2008). Comenzó su carrera como fotógrafo publicitario, fue músico y miembro de la banda Los 33. Luego exploró sobre sí mismo desde la fotografía y desde la pintura, planteando potentes metáforas sobre la memoria y la nostalgia, la presencia y la ausencia. En Duelo, sus obras acompañan la crónica Chiqui.
Ver más sobre Araujo aquí.
Lucy Argueta (La Paz, Honduras, 1983). Desde sus primeros proyectos explora la memoria, la melancolía y la impermanencia a través de las cualidades narrativas y poéticas de ciertos objetos, especialmente las prendas de vestir. En Duelo, dos imágenes de su serie 'Olivia etérea' acompañan Un vestido y una flor.
Ver más sobre Argueta aquí.
OCTAVIO AROSEMENA
Octavio Arosemena (Panamá, 1958). Cirujano dental por formación, Arosemena se enseñó a sí mismo a pintar. A través del arte busca sublimar sus emociones, en un trance catártico que él asocia con el poder conmovedor de la música. En Duelo, sus obras acompañan las crónicas Un Mazda del ‘69 y Un vestido y una flor.
Ver más sobre Arosemena aquí.
Isabel de Obaldía (Washington D.C., 1957). Artista multifacética que trabaja en escultura, pintura, y dibujo. Antes, durante y después de La Invasión, criticó abiertamente la situación política panameña y produjo un gran número de obras en distintos medios sobre la violencia y el terror que dominaron la época militar. En Duelo, sus obras acompañan las historias El último intento de Gilda y El barrio roto.
Ver más sobre de Obaldía aquí.
Enrique Castro Ríos (Ciudad de Panamá, 1967). Su trabajo cinematográfico explora las complejidades presentes en la Historia, la sociedad y la familia. En 2018 estrenó Diciembres, una película sobre La Invasión. En Duelo, un fotofijo de su filme Memorias del hijo del viejo acompaña la crónica Juegos de guerra para la navidad.
Ver más sobre Castro Ríos aquí.
Quisqueya Henríquez (La Habana, Cuba, 1966). Su obra comprende técnicas como el collage, la instalación, el video y el arte sonoro. Tomando inspiraciones de la cultura de su entorno Caribe, desinfla los estereotipos con ingenio. En Duelo, su obra 'Lo que no sirve se vota' acompaña la crónica Un mazda del 69.
Ver más sobre Henríquez aquí.
SEBASTIÁN ICAZA
Sebastián Icaza (Panamá, 1984). Su trabajo investiga la relación entre el ser humano y la naturaleza y nuestro rol en la Historia. Su escultura 'Municiones No Detonadas' es una fiel replica en madera de una bomba atómica hecha a través de un proceso minucioso de investigación. En Duelo, esta obra acompañan la crónica Juegos de guerra para la navidad.
Sandra Mack-Valencia (Medellín, Colombia, 1972). Su filosofía en la vida y en el arte es simple: todo lo que uno hace debe de ser bello. Cree que la belleza está presente y es necesaria en nuestros actos, pensamientos e interacciones con el mundo. La belleza en Sandra es un actor político. En Duelo, su obra acompaña las historias Thanks, but No Thanks y Un vestido y una flor.
Ver más sobre la artista aquí.
CARLOS MARTÍNEZ ULITEN
Carlos Martínez Uliten (Los Santos, Panamá, 1956). Luego de estudiar medicina y ejercer como doctor, a los 35 años empezó a pintar mientras también experimentaba con la fotografía. Para Carlos la fotografía es una manera de detener los escurridizos momentos de la vida. En Duelo, sus fotografías acompañan la historia Sola.
Priscilla Monge (San José, Costa Rica, 1968). Inició su carrera pintando, pero muy pronto se volcó hacia el arte conceptual para cuestionar la brutalidad y las desigualdades de poder presentes en nuestra sociedad. En Duelo, su obra acompaña la historia Juegos de guerra para la navidad.
Ver más sobre Monge aquí.
Pilar Moreno (España, 1966). Artista multidisciplinaria y con formación en psicoanálisis y arteterapia. Ha realizado proyectos con dibujo, pintura, fotoperformance y animación, para abordar problemáticas de clase, raza y género. En Duelo, su obra Invasión acompañan la crónica Thanks, but No Thanks.
Ver más sobre Moreno aquí.
Óscar Muñoz (Popayán, Colombia, 1951). Reconocido por sus reflexiones poéticas sobre la memoria y la muerte, realizadas en el contexto de la guerra civil, el narcotráfico y el paramilitarismo de su país, Muñoz busca entender el mecanismo por el que una sociedad normaliza la guerra y la violencia en general. En Duelo, sus obras están en Sola.
Ver más sobre Muñoz aquí.
José Olano (Cali, Colombia, 1985). La inestabilidad y el equilibrio son conceptos con los que juega de manera formal y simbólica en sus creaciones. En sus esculturas utiliza objetos comunes para construir estados frágiles de balance o "accidentes controlados". En Duelo, su obra 'Una piña para Ricky' acompaña la crónica Thanks, but No Thanks.
Ver más sobre Olano aquí.
Juantxu Rodríguez (Casillas de Coria, España, 1957-1989). Trabajó como fotógrafo para medios españoles e internacionales. Autodidacta, tenía un talento innato para revelar la esencia humana a través de sus fotos. El 21 de diciembre de 1989 fue asesinado por el Ejército norteamericano durante La Invasión. En Duelo, las fotos que tomó antes de su muerte acompañan la historia Imágenes como palabras.
RAPAHEL SALAZAR
Raphael Salazar (Panamá, 1982). Fotógrafo y videógrafo que explora la vida cotidiana a través de lo que se puede encontrar en el ambiente visual. Para Duelo, exploró lo que dejó la invasión en El Chorrillo: El barrio roto.
Ver más sobre Salazar aquí.
MANUEL SACRAMENTO (CHINGUI)
Manuel Sacramento (El Chorrillo, Ciudad de Panamá) Autodidacta conocido como Chingui, lleva años pintando un cuadro tras otro con lo que encuentra, le regalan o rescata de la basura. Nacido en El Chorrillo, padeció la intervención de Estados Unidos siendo niño. En Duelo, sus obras acompañan la historia Juegos de guerra para la navidad.
Ana Luisa Sánchez (Ciudad de Panamá, 1974). Estudió música y artes visuales, pero eligió el camino de la producción audiovisual y multimedia. En su cortometraje lúdico Angie contra el mundo, presenta a una niña atrapada en un juego atroz de guerra y poder durante La Invasión. En Duelo, esa obra acompaña la crónica Juegos de guerra para la navidad.
Julio Zachrisson. Artista panameño. De larga y reconocida trayectoria, Zachrisson se especializó en pintura, grabado y serigrafía. Su cuantiosa producción artística es un poderoso mundo de imágenes y temas que hunden sus raíces en los mitos e historias de la cultura occidental. En Duelo, su obra acompaña la historia El último intento de Gilda.
Ver más sobre el artista aquí.
EL PROYECTO
Duelo es un especial multimedia donde periodismo y arte se unen para vivificar los procesos de memoria en torno a La Invasión de Estados Unidos a Panamá, ocurrida el 20 de diciembre de 1989. Reúne nueve crónicas con la mirada centrada en las víctimas y 61 imágenes y obras de artistas locales e internacionales, que guardan relaciones poéticas y elípticas con los textos.
Liderado por el colectivo de periodistas Concolón en alianza con la Comisión 20 de diciembre de 1989, la Fundación Casa Santa Ana y el Centro Cultural de España, pretende pensar el pasado en presente: el desastre que fue, los dolores que quedan y lo que urge reparar para construir futuro.
Equipo
Dirección
Sol Lauría (Concolón)
Edición de arte
Jonathan Harker y Donna Conlon
Diseño
Tea Alberti
Mapa
Vanina Sánchez
Agradecimientos
José Luis Sosa, Olmedo Beluche, Luis Navas, Eyra Harbar, Fernando Martínez, Elena García Miró, Diego Fonseca, Harry Brown, Olga de Obaldía, Ana Elena Porras, Xavier Ucar, Mónica Kupfer, Elisa y Javier Rodríguez, César del Vasto, Aresio Valiente, Walo Araújo, Trillo Guardia. A la Universidad de Panamá y a la Biblioteca Nacional. A la Asociación de Familiares y Amigos de los Caídos del 20 de diciembre de 1989. A familiares y amigos de víctimas. A los protagonistas de las crónicas, por contar sus historias.
Con el apoyo de Claramente, Connectas, El Faro, La Prensa, Metro de Panamá, Metro Libre y TVN.
Proyecto
En Alianza con
Con el apoyo de
Publicado Diciembre, 2018